¿Podemos Reprogramar Nuestra Consciencia? Un Viaje desde el Cerebro Reptiliano hasta la Iluminación

¿Qué tienen en común un termostato, una hormiga, tu perro y Buda? Todos representan distintos niveles en el vasto espectro de la consciencia. Un recorrido desde la reactividad mecánica hasta la experiencia de unidad total que redefine lo que significa estar vivo.

Saber en que nivel de consciencia nos encontramos puede ayudarnos a mejorar a nivel personal, como también a liberarnos de creencias limitantes.

Por Nicasio Medina Bahiga

14 Agto, 2025 11:00 EST

 

Diferenciando conceptos 

Entre «conciencia» y «consciencia» solo media una letra, pero en realidad se abren dos mundos distintos. La primera nos remite a esa voz interior que nos orienta entre el bien y el mal, al juicio ético y reflexivo sobre nuestros actos. La segunda, en cambio, alude al hecho de estar presentes, de darnos cuenta de lo que ocurre, de tener experiencias subjetivas, de construir una cierta idea de lo que llamamos realidad y del mundo que nos rodea. Entender esta diferencia no es un mero juego lingüístico: es el punto de partida para adentrarnos en la naturaleza misma de lo que significa ser conscientes.

Hardware Biológico de la Percepción

Ese «darse cuenta» depende en gran medida del hardware biológico —es decir, de los órganos que los seres vivos poseen y del nivel de desarrollo de estos—. Por ejemplo, si intentáramos explicarle a una lombriz lo hermoso que es el color turquesa, seguramente pensaría que estamos locos: no podría entender una sola palabra, pues carece de ojos para ver y de un cerebro lo suficientemente complejo como para procesar esa experiencia. Jamás podría siquiera imaginar qué es un color.

Limitaciones de la Comprensión Humana

Esta simple reflexión nos conduce a un punto profundo: las respuestas que la ciencia puede ofrecernos sobre la naturaleza de la realidad están inevitablemente condicionadas por las limitaciones del entendimiento humano. Quizá no contamos con el hardware biológico necesario para responder preguntas clásicas como: ¿quiénes somos?, ¿de dónde venimos?, ¿a dónde vamos?, o ¿qué sentido tiene la vida?

Reprogramando el Software Mental

Sin embargo, aunque no podamos alterar ese hardware, tal vez sí podamos modificar nuestro software —es decir, las ideas, creencias y conceptos que instalamos en la mente y que guían nuestra manera de interpretar el mundo—. De ese modo, podríamos alcanzar una comprensión un poco más amplia de la realidad que nos rodea, aunque sea de forma parcial y momentánea.


Los Niveles de Consciencia en el Mundo Natural

Existen diversos niveles de consciencia en nuestro mundo. En primer lugar, es necesario mencionar aquel que no corresponde a los seres vivos: el nivel cero, es decir, la ausencia total de consciencia. Un ejemplo claro es el termostato: posee un sensor que reacciona físicamente a un cambio en la temperatura. Esta reacción es puramente mecánica o algorítmica. No hay experiencia subjetiva: el termostato no siente calor ni frío, simplemente activa o desactiva su circuito cuando se alcanza un umbral predefinido. Lo mismo ocurre con una piedra que se calienta al sol: su temperatura cambia, pero no hay ninguna «vivencia» del calor. En un nivel similar podríamos ubicar a la inteligencia artificial: un sistema extremadamente complejo de procesamiento de información, pero no un sujeto con experiencia propia.

En el caso de los seres vivos, la consciencia puede clasificarse en distintos niveles:

1. Protoconciencia o Consciencia Sensorial Difusa 

Ejemplos: medusas, anémonas, gusanos planos (planarias).

Explicación: poseen un sistema nervioso en red, pero no un cerebro centralizado. Surge la pregunta: ¿tienen una vaga y global percepción de su entorno —por ejemplo, «aquí hay algo dañino»—? Es posible, pero sigue siendo un terreno especulativo. Su comportamiento parece estar dominado por patrones preprogramados.

2. Consciencia de Acceso (Access Consciousness)

Ejemplos: hormigas, abejas, arañas, la mayoría de insectos y arácnidos.

Explicación: aquí empieza a ser razonable hablar de consciencia. Estos animales procesan información sensorial compleja —olores, texturas, luz polarizada— y la usan para tomar decisiones flexibles en tiempo real, como elegir entre un rastro u otro. Sin embargo, su consciencia está casi por completo al servicio de la acción inmediata y guiada por instintos muy poderosos. No hay evidencia de una vida interior rica, emociones complejas o un sentido individual de sí mismos: su «mente» funciona, en esencia, como una extensión de la colonia.

3. Consciencia Central o Nuclear (Experiencia Subjetiva Básica)

Ejemplos: reptiles, peces, anfibios.

Explicación: en este nivel emerge de manera clara la experiencia subjetiva. Un reptil siente el placer del calor del sol, el hambre o el miedo como emociones básicas. Aparece un «yo» biológico elemental que busca el bienestar y evita el daño. La consciencia está anclada por completo a las sensaciones físicas inmediatas y a los impulsos corporales.

4. Consciencia Extendida o Autoconciencia Básica

Ejemplos: mamíferos superiores como perros, gatos, delfines, elefantes o primates.

Explicación: estos animales muestran un sentido de sí mismos como individuos que persisten en el tiempo. Poseen memoria episódica —recuerdan experiencias concretas— y pueden anticipar el futuro cercano. Sus emociones son complejas —alegría, celos, duelo—. El perro que espera impaciente en la puerta porque «sabe» que su dueño está por llegar es un buen ejemplo de este nivel.

5. Autoconciencia Reflexiva (Meta-conciencia)

Ejemplos: seres humanos adultos y, en cierta medida, algunos grandes simios.

Explicación: aquí aparece la capacidad de pensar sobre los propios pensamientos. Supone la consciencia de ser consciente: «sé que existo». Este nivel permite la reflexión profunda, la planificación a largo plazo, el arrepentimiento y la construcción de una identidad narrativa, esa historia que cada persona se cuenta sobre sí misma.

Del cerebro reptiliano al neocórtex: un viaje evolutivo de la consciencia

Al observar los distintos niveles de consciencia en el reino animal, resulta evidente que no aparecen de la nada, sino que están íntimamente ligados al desarrollo biológico del sistema nervioso. En el ser humano, esta evolución se refleja con claridad en la estructura del cerebro. A lo largo de millones de años, se fueron superponiendo capas que no sustituyeron a las anteriores, sino que las integraron en un sistema cada vez más complejo.

1. El Complejo R o Cerebro Reptiliano (el más antiguo)


¿Qué es? La parte más primitiva de nuestro cerebro. Incluye el tronco encefálico y el cerebelo, la base del sistema nervioso.

Funciones principales:

· Regulación de la supervivencia física: ritmo cardíaco, respiración, temperatura corporal, digestión.
· Conductas instintivas: lucha, huida, congelación ante amenazas.
· Rutinas y rituales: búsqueda de comida, defensa del territorio, apareamiento.
· Control motor básico.
  
Características: rígido, compulsivo, impulsivo y obsesionado con la seguridad. No piensa ni siente emociones complejas; actúa por instinto.
 
Relación con otros seres: en los reptiles este cerebro domina casi por completo, lo que explica su comportamiento instintivo y centrado en la supervivencia. Representa el nivel de Consciencia Nuclear.

2. El Sistema Límbico o Cerebro Emocional (mamífero temprano)


¿Qué es? Una capa evolutiva que apareció con los primeros mamíferos. Incluye estructuras como el hipocampo, la amígdala y el hipotálamo.

Funciones principales:

· Emociones: miedo, ira, alegría, tristeza, amor —la amígdala es clave en el miedo y la agresión—.
· Memoria: el hipocampo es esencial para formar nuevos recuerdos y orientarse en el espacio.
· Motivación y apego: regula la búsqueda de placer, evita el dolor y sustenta el cuidado parental y los lazos sociales.

Características: es el centro de la vida emocional, aprende por recompensa y castigo, y carece de lenguaje.
 
Relación con otros seres: en mamíferos como perros y gatos, este sistema está muy desarrollado. Por eso expresan emociones claras —alegría, celos, ansiedad por separación— y forman fuertes vínculos afectivos. Se corresponde con el nivel de Consciencia Extendida.

3. El Neocórtex o Corteza Cerebral (cerebro racional)


¿Qué es? La capa más externa y evolutivamente reciente. Gruesa y arrugada, es enorme en primates y, sobre todo, en humanos.

Funciones principales:

· Pensamiento abstracto y razonamiento lógico.
· Lenguaje y comunicación simbólica.
· Planificación a futuro y resolución de problemas complejos.
· Toma de decisiones consciente.
· Autoconciencia y empatía —particularmente en la corteza prefrontal—.
  
Características: flexible, creativo, capaz de modular los impulsos de las partes más primitivas del cerebro. Aquí se asienta la consciencia reflexiva.
  
Relación con otros seres:
· En los humanos, el neocórtex —especialmente el lóbulo frontal— está extraordinariamente desarrollado, lo que permite pensar sobre nuestros pensamientos, construir una identidad narrativa y elaborar códigos morales complejos.
· Otros mamíferos inteligentes —como delfines, elefantes y grandes simios— también poseen un neocórtex desarrollado, que les otorga capacidades como el uso de herramientas, la comunicación simbólica y cierta autoconciencia —evidenciada, por ejemplo, en la prueba del espejo—.

Una orquesta cerebral


La clave no está en que cada parte funcione de manera aislada, sino en cómo interactúan como una orquesta integrada, aunque a veces entren en conflicto.

Ejemplo: ves un pastel de chocolate.

· Cerebro reptiliano: «¡Azúcar! ¡Energía! Cómelo ya». —Impulso de supervivencia básica—.
· Sistema límbico: «¡Me encanta el chocolate! Me hace feliz. Recuerdo lo delicioso que fue la última vez». —Emoción y memoria asociada al placer—.
· Neocórtex: «Espera, estoy a dieta y quiero cuidar mi salud. Además, cenaré pronto. Puedo comer un pequeño trozo… o ninguno». —Razonamiento, planificación y control de impulsos—.

La persona verdaderamente consciente y racional es aquella cuyo neocórtex logra armonizar las demandas más primitivas del reptiliano y las emocionales del límbico, transformando ese diálogo interno en decisiones más equilibradas y adaptativas.

Hasta aquí hemos explorado el hardware de la consciencia: desde los órganos que permiten percibir el mundo, hasta la evolución del cerebro humano y sus distintas capas, que nos ofrecen impulsos instintivos, emociones y la capacidad de razonamiento abstracto. Sin embargo, este hardware, por sí solo, no explica la riqueza de nuestra experiencia interior ni la diversidad de formas en que los seres humanos interpretamos la realidad.

Los siete niveles de consciencia en el ser humano


Lo que realmente nos distingue como especie es el software que corre sobre nuestro hardware biológico: nuestras ideas, creencias, valores, narrativas y construcciones simbólicas. A diferencia del hardware, que es fijo y evolutivamente dado, este software es dinámico y reprogramable, pues se transforma a través de la cultura, la educación, la religión, la filosofía y la experiencia personal.

Es en este ámbito donde podemos hablar de los niveles de consciencia humanos, entendidos no solo como estados neurológicos, sino como formas de percibirnos a nosotros mismos y de relacionarnos con el mundo.

En otras palabras: si el hardware nos da la capacidad de estar conscientes, el software determina cómo usamos esa consciencia.

A continuación, presentamos los siete niveles de consciencia en el ser humano:

Nivel 1: Consciencia Instintiva (Supervivencia)


«Darse cuenta de» las necesidades corporales inmediatas y las amenazas externas.

Foco: el yo físico —hambre, sed, frío, calor, peligro—.

Conducta: reactiva, basada en impulsos y reflejos para sobrevivir y sentirse seguro. El futuro se reduce al próximo minuto.

Ejemplo: un bebé que llora de hambre, o un adulto cuya única preocupación en una situación extrema es sobrevivir al día.
Correspondencia: dominio del cerebro reptiliano.

Nivel 2: Consciencia Emocional–Impulsiva (Deseo)


«Darse cuenta de» las emociones básicas y los deseos inmediatos de placer o de evitar el dolor.

Foco: el yo emocional, lo que me gusta frente a lo que me desagrada.

Conducta: impulsiva y egocéntrica. El placer y la gratificación dominan; emociones como la ira o la envidia marcan la acción.

Ejemplo: un niño que hace una rabieta por un juguete, o un adulto que gasta todo su dinero en caprichos sin pensar en las consecuencias.

Nivel 3: Consciencia Normativa (Reglas, Roles y Dogmas)


«Darse cuenta de» las normas sociales, la pertenencia al grupo y lo que «se debe hacer».

Foco: el «nosotros» del grupo —familia, comunidad, ideología—.

Conducta: conformista y rígida. Se interiorizan reglas, leyes o dogmas para obtener aceptación y evitar culpa o vergüenza. El bien y el mal se definen en términos absolutos según la tribu.

Ejemplo: ciudadanos cuya identidad depende totalmente de su grupo, o seguidores que defienden a un líder político o religioso sin cuestionar.

Nivel 4: Consciencia Estratégica (Logro, Racionalidad y Poder)


«Darse cuenta de» las relaciones de causa y efecto en el mundo material, y de cómo alcanzar metas.

Foco: el yo individual y sus logros —éxito, eficiencia, progreso, poder—.

Conducta: racional, estratégica y competitiva. La lógica y la planificación guían la acción. El individuo puede usar las dinámicas del nivel 3 como herramientas para alcanzar sus propios objetivos.

Ejemplo: un político que utiliza consignas colectivas para lograr poder personal; un empresario que diseña un plan a cinco años.

Nivel 5: Consciencia Sensitiva (Empatía, Relación y Comunidad)


«Darse cuenta de» las emociones complejas, la interdependencia y la importancia del bienestar colectivo.

Foco: el «nosotros» ampliado, donde el bien común empieza a equilibrar las necesidades del ego individual.

Conducta: cooperativa y consensual. Se valora la armonía y el bien común, reconociendo la presencia del ego pero sin dejar que lo individual pese más que lo colectivo. Se cuestionan las normas rígidas y las supuestas verdades absolutas cuando estas generan sufrimiento o división.

Ejemplo: un mediador de conflictos que integra múltiples puntos de vista; un líder que prioriza el bienestar colectivo por encima de su interés personal.

Nivel 6: Consciencia Integradora (Visión Sistémica y Complejidad)


«Darse cuenta de» que gran parte de lo que creemos verdadero o correcto proviene de experiencias previas, aprendizajes transmitidos o incluso de traumas heredados, más que de verdades absolutas. Reconocer que los juicios sobre el bien y el mal suelen estar teñidos por historias personales y colectivas, y que al verlos como relativos se abre espacio para integrar y sanar sin rigideces dogmáticas.

Foco: los sistemas vivos —ecológicos, sociales, mentales—.

Conducta: flexible e integradora. Reconoce que las perspectivas anteriores nacen de aprendizajes, experiencias y memorias —a veces incluso de heridas heredadas—, y que cada una guarda una parte de verdad. En lugar de rechazarlas o absolutizarlas, las utiliza como recursos según el contexto, transformando lo fragmentado en algo que puede sostenerse y comprenderse de manera más amplia.

Ejemplo: una persona que reconcilia una herencia cultural conflictiva, honrando aspectos valiosos de todas las partes, reconociendo aceptando los hechos históricos y transformando esa contradicción en un puente de comprensión y reconciliación.

Nivel 7: Consciencia holística o transpersonal (Unidad y no-dualidad) 


«Darse cuenta de» la unidad fundamental de la existencia y de la naturaleza misma de la consciencia.

Foco: lo transpersonal, más allá del yo individual.

Conducta: espontánea, compasiva y alineada con el flujo de la vida. La sensación de separación entre «yo» y «mundo» se disuelve en una experiencia directa de interconexión.

Ejemplo: la iluminación de Buda —nirvana—, las experiencias místicas descritas en diversas tradiciones —satori, unión mística, flujo absoluto—. No es pensar en la unidad, sino experimentarla directamente.

El viaje de la consciencia 


Estar en uno de estos niveles no significa permanecer en él de manera definitiva. Las personas pueden avanzar o retroceder a lo largo de su vida, e incluso fluctuar entre distintos niveles según la situación. En ciertos contextos podemos operar desde un nivel más instintivo o emocional, mientras que en otros podemos desplegar una consciencia más amplia, empática o integradora..

El viaje desde el hardware biológico hasta el software de la consciencia nos recuerda que, si bien nuestras capacidades están enraizadas en la evolución de nuestro cerebro, lo que realmente nos define es el modo en que programamos nuestras mentes con ideas, valores y significados.

En última instancia, el desafío humano consiste en ampliar y refinar ese software, pasando de la mera supervivencia a la empatía, la integración y, quizá, a la experiencia de unidad con todo lo que existe. Ahí radica la verdadera riqueza de nuestra consciencia: no solo en estar vivos, sino en dar sentido a la vida.